Hay tres momentos en el desarrollo de un amor maduro:
• Enamoramiento.
• Desilusión.
• Aceptación de la realidad.
En el primer momento, el amado es alguien maravilloso, no tiene defectos, nadie es mejor que él, esta terriblemente idealizado, casi endiosado. El amado se ve engrandecido y en cambio uno se va empequeñeciendo, hasta el punto tal de no poder entender como alguien tan perfecto se ha fijado en uno.
En el segundo momento comenzamos a percibir algunas imperfecciones en la persona amada. Vemos que ante determinadas situaciones su carácter no es el mejor, que en algunas cosas se equivoca y, esos rasgos que ya estaban pero que el enamoramiento nos impedía percibir, nos producen pena y desilusión Y así como en el primer momento ya queríamos casarnos y estar juntos para toda la vida, en este segundo momento es probable que queramos que se vaya para siempre.
Entonces ¿Qué se debe hacer? Pues bien, reconocer que ambos momentos son engañosos, y que ninguno de los dos es el amor.
¿Y qué es el amor, entonces? El amor seria un tercer momento en el cual vemos al otro como es. Ni tan idealizado ni tan degradado. No es ni Dios, ni el demonio. Disfrutamos de sus virtudes y aceptamos sus defectos. Y a pesar de ellas, lo aceptamos y podemos ser felices a su lado. Entonces ahí podemos hablar de un amor maduro con posibilidades de proyectarse en el tiempo de una manera sana.
La clave del amor está en reconocer los defectos del otro y preguntarse sinceramente si uno puede tolerarlos sin estar todo el tiempo protestando y ser feliz a pesar de ellos.
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